Visita a la Exposición del cuerpo incorrupto del Santo
En este año tan especial, en el que celebramos el 400 aniversario de la Canonización de San Isidro, nuestro párroco Francisco González Gómez ha visitado la Real Colegiata de San Isidro en Madrid, donde se encuentra expuesto el sagrado cuerpo incorrupto de nuestro Patrón. Que San Isidro proteja a nuestro pueblo y continúe siendo modelo de santidad para todos nosotros.
Oración
¡Oh, Cristo, mi Buen Samaritano!
Tú que, al borde del camino de la vida,
ves mis dolores y sufrimientos
y lleno de piedad y compasión
me recoges con tus manos,
llenas de ternura y dulzura,
y me cargas suavemente sobre ti,
¡ayúdame a sentirte junto a mí!
¡Oh, Cristo, mi Buen Samaritano!
Cuídame con tu amor misericordioso,
derrama tu vino sobre mis heridas,
santifícame con la fuerza de tu Santo Aceite,
consuélame con el afectuoso consuelo
que tú solo nos sabes dar,
y, cuando vuelvas en el último día,
¡paga por nosotros lo que te debamos!
¡Oh, Cristo, mi Buen Samaritano,
nunca te separes de mí!
Amén.
El pasado viernes, un grupo del Centro de Mayores de Estación de Cártama, realizaron una ofrenda floral a nuestro Patrón San Isidro Labrador.
La tradición habla de San Isidro «Labrador» como un hombre muy piadoso, que rezaba siempre antes de iniciar sus tareas, lo que le valió acusaciones de vago ante su patrón. Éste, escondido entre unos arbustos, observó cómo, mientras Isidro rezaba, los ángeles guiaban a los bueyes para que arasen solos.
En una ocasión, reinando una gran sequía, Isidro golpeó con una vara unas rocas y de ellas brotó un generoso riachuelo. Ese es el agua que aún hoy se conserva, como una fuente, en su ermita, que los devotos van a beber —y a llenar con ella garrafas y botellas— haciendo cola durante varias horas. Dios le protegió tanto que, cuando su hijo cayó a un pozo, le puso a salvo. Esta relación con el agua es característica de San Isidro, a quien aún hoy en día se saca en procesión para que haga llover cuando la sequía es extrema.
Se casó con María de la Cabeza y ambos estuvieron viviendo en Torrelaguna. Al morir Isidro, le enterraron en la iglesia de San Andrés. Cuarenta años después, se le exhumó y se descubrió que su cuerpo estaba incorrupto, lo que extendió peticiones de santidad. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVII cuando, tras haber curado la presencia de sus restos milagrosamente al rey Felipe III, se inició el proceso que llevaría a su santidad.